No tengo
nada en contra de los programas de beneficencia social, son útiles y ayudan a
mucha gente con necesidades, pero la realidad cruda es que son abusados,
explotados y han sido desvirtuados al punto de convertirse en un estilo de
vida. Tomemos Inglaterra como ejemplo por unos instantes. Los motines
ocasionados por turbas británicas se debieron en su mayor parte, a el intento
del primer ministro Cameron de cortar ayudas de beneficencia. Dígame usted, si existe
equidad donde una persona que cursa estudios universitarios y obtiene una
preparación académica, sale al mundo laboral a ganarse 20,000 libras (o
aproximadamente $32,600), cuando alguien prefiere quedarse en casa y vivir de
subsidios gubernamentales que equivalen a 16,000 libras (o $25,600) anuales.
Máxime en un país donde al igual que Puerto Rico, la educación es gratuita.
Volviendo a Puerto Rico, por generaciones hemos desvirtuado el concepto de
beneficencia social; desde su origen, los partidos principales han explotado
estos programas como métodos de obtención y compra de votos. “Más fondos
federales, más cupones, lucharemos por aumentar tus ayudas federales!!!!” ha sido el estribillo de politicos cada cuatro años,
durante cerca de 50-60 años, y si bien eso tuvo un impacto positivo en un
inicio, ha estancado a gran parte del pueblo, educando hombres y mujeres que no
desean trabajar, que prefieren vivir de las migajas que el Gobierno les puede
tirar. No sólo eso, han eliminado el amor por la educación, lo que ha traído
otras consecuencias que discutiremos más tarde. Estos programas de beneficencia
social deberían ser en esencia, programas temporales cuyo propósito es servir
de transición de ser pobre y desemplead@ ser una persona en búsqueda de trabajo
y autosuficiencia en la mayoría de los casos, y ser de carácter permanente en
casos muy particulares donde las circunstancias dicten así. Sin embargo
nos hemos internado en una cultura donde mentimos para obtener ayudas, las
“gestiones de empleo” son “firme esta carta como que pasé buscando trabajo para
los cupones”, en trabajos por debajo de la mesa donde el erario no recibe
ingresos, entre otros; y así generaciones enteras han vivido recostados
de lo que el gobierno les pueda dar y ellos puedan chanchullear o buscarse por
el lado.
El Gobierno, en conjunto con la empresa privada y el pueblo tienen la tarea de
echar hacia adelante la economía del País. Promoviendo salarios que brinden al
pueblo justicia salarial, que generen ventas y ganancias al sector
privado, y a su vez generen recaudos positivos al erario público deben de ser
ser nuestro norte. El dinero para los salarios debería convertirse de los
fondos que hemos por décadas invertido en criar gente sin amor por el trabajo o
la educación. Si, se puede, tienen que existir mecanismos legales que permitan
la utilización de estos fondos para este propósito. No soy abogado, ni soy
legislador, pero si sé que las leyes promulgadas contienen todas lagunas que un
abogado o hacedor de leyes hábil puede aprovechar para iniciar este proyecto de
País. Sabemos que económica y políticamente en Puerto Rico existen una serie de
familias poderosas que controlan tras bastidores lo que pasa en Puerto Rico.
Aquí no se hace una llamada para despojar de riquezas a nadie, se hace una
llamada para que todos podamos ganar. Inviertan en un proyecto de país, en un
proyecto para levantar a un pueblo que por décadas ha quedado dormido, empozado
en una charca sucia. Nadie habla de regalar, invertir implica recuperar una
ganancia por el capital desembolsado, conviértanse en socios del Gobierno,
inviertan en las llamadas “alianzas público privadas” donde se trabajen las
áreas que necesitan ayuda y dirección y dejando operar las que funcionan sin
problema alguno. Todo esto resultará en una mejor calidad de vida para los
puertorriqueños, lo que redundará en mayores ganancias, pues habrá dinero para
invertir, no por unos días con los estímulos que lanza el Gobierno, sino que
todas las semanas, todos los meses redundarán ganancias. El pequeño y mediano
comerciante, establezca sistemas de nómina, y que la Legislatura haga ley que
todo empresario tiene que tener un sistema de nómina para que se paguen los
seguros y contribuciones correspondientes. Todo esto demanda sacrificios
colectivos, pero la promesa de prosperidad es grande.
Da dolor en el pecho ver, como gente no tiene hogar, y casas construidas,
pintadas estan vacías por ineptitudes y malas administraciones de fondos
por parte del Gobierno. EnBarrio Obrero, en plena capital de Puerto Rico,
cientos de casas de interés social, vacias, listas para mudar gente y estan
pudriéndose. El Gobierno que se apropie de ellas, y que en verdadero
interés social, las rente a $300 por mes, o las ponga en opción a compra por
$400 mensuales a 15 o 20 años, en contrato directo con quienes se muden allí.
Esa es una forma de generar recaudos seguros a largo plazo, brindando a gente
trabajadora la oportunidad de vivir a bajo costo, o la posibilidad de ser
dueños de su propia residencia. No creo que ningún apartamento o casa hoy en
día se rente por $300 o pague una hipoteca de $400. Realicen este experimento
con esas casas que se están perdiendo, y si resulta exitoso, comiencen a crear
este tipo de vivienda. Es poco práctico construir edificios y residencias en
que fluctuen en los “bajos $400,000” o en los “bajos $350,000”, sólo un
cónclave reducido tiene el poder adquisitivo necesario para comprar a esos
precios. Y esto también genera empleos, y da movimiento a la industria de la
construcción. Pero tiene que ser un esfuerzo coordinado donde todos apuntemos a
la misma dirección.
En Puerto Rico, se ha hecho la falsa idea que la agricultura y la
industrialización son opuestos, cuando ambos pueden coexistir. Puerto Rico, con
pruebas fehacientes realizadas por expertos, posee todavía grandes extensiones
para el cultivo de alimentos. Estos terrenos varían en los convencionales y
otros que hay que desarrollar infraestructura adicional. Puerto Rico necesita desesperadamente
retomar el cultivo de productos agrícolas y de subsistencia; vivimos en un
mundo donde las fuerzas que lo controlan son impredecibles (o al menos eso
aparentan), y muchos expertos llevan cerca de dos años anunciando una debacle
alimentaria de proporciones bíblicas. Países que nosotros ignorantemente
tildamos de pobres o inferiores, como nuestra hermana Républica Dominicana, en
una crisis global de alimentos, estarían años luz adelantados a nosotros, ya
que ellos producen lo suficiente como para alimentarse ellos y poder exportar,
un lujo que nosotros no podemos darnos, importando el 85% de lo que consumimos.
Incentivemos la producción agrícola, invirtamos en tecnología para desarrollar
una base agraria que nos permita tener autosuficiencia alimentaria en caso de
un desastre global. ¿Que nadie quiere trabajar los campos? La tecnología
existente capacita para que no se necesiten tantos brazos, y si operadores
diestros de equipo industrial y tecnológico con un salario competitivo, donde
ya la agricultura es similar a un laboratorio de trabajo científico. Que se
creen alianzas público-privadas destinadas al desarrollo comercial de la
agricultura, para que no dependamos de terceros. En útima instancia, esto representaría una ganancia para el País, ya que
produciríamos lo que consumimos, el capital se quedaría circulando dentro de
Puerto Rico: el dinero invertido rinde frutos que se traducen en ganancias para
el gobierno y los inversionistas cuando el pueblo compra los alimentos, ese
mismo dinero entra doblemente al erario público, como ganancia directa de la
alianza, y como parte de las contribuciones que los inversionistas pagan
anualmente al gobierno (por bajas que sean gracias a exenciones), para volver a
ser invertidos en más producción agrícola.
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